Adela Ros, ex-Secretaria de Inmigración de Cataluña: «hay que preguntarse si los políticos están realmente interesados en abrir el derecho al voto a estos nuevos ciudadanos».

Ciutadella ha celebrado este fin de semana sus jornadas de interculturalidad. Una oportunidad para echar un vistazo a la sociedad que nos rodea y analizar cómo se relaciona con las personas venidas de otros países. En el marco de esta reflexión, el viernes tuvo lugar la conferencia de Adela Ros, socióloga y ex secretaria de Inmigración de la Generalitat de Catalunya. Clara y contundente, su mensaje se tiñe de esperanza, pero también de crítica.

Se habla mucho de interculturalidad, pero uno no sabe si estamos ante una sociedad intercultural o simplemente multicultural, en la que existen diferentes modos de vida que no interactuan entre ellos.

La interculturalidad es una meta, un objetivo que debemos marcarnos, pero que aún no hemos alcanzado. Hay una coexistencia, con algunos puntos de interactuación, sobre todo en algunas zonas en las que llevan más tiempo viviendo la realidad de la inmigración internacional. Creo que, al final, todo es cuestión de tiempo.

Más allá de la receta del tiempo, ¿las administraciones están dedicando suficientes esfuerzos a abordar el tema de la inmigración?

Durante los años de bonanza económica, se podría haber hecho mucho más. En esos años se podría haber sido más valiente, actuando de manera más decidida sin tantos temores a la reacción de los ciudadanos. Ahora, la situación económica que tenemos no ofrece el mejor contexto para trabajar en la integración de los inmigrantes.

Habla de temor a la reacción de los ciudadanos. ¿A qué se refiere?

Hay que tener en cuenta que no estamos ante un hecho aislado. Nos encontramos en la era de las migraciones, y esto genera procesos de cambio, y consecuentemente miedo al cambio.

Este miedo al cambio se ha podido ver en las últimas elecciones catalanas, en las que la inmigración ha sido un tema de debate polémico, e incluso un partido claramente xenófobo como Plataforma per Catalunya ha estado a punto de entrar en el Parlament.

Ha sido un toque de atención, nos ha demostrado que no somos tan diferentes al resto del mundo. En el contexto de crisis económica y social es fácil encender fuego allí donde el ambiente ya está caliente. Estuvo a punto de pasar aquí, pero ya ha sucedido en Holanda, Suecia o Austria. ¿Pasará en España o en Menorca? ¿Y por qué no? A veces me gusta pensar que el Mediterráneo nos abre la mente y aceptamos nuestra imperfección, algo que nos ayuda a ser más flexibles.

Además de esta apertura de mentes, ¿qué más se puede hacer para evitar el auge de estas corrientes xenófobas y favorecer la integración de los inmigrantes?

Lo primero que hay que hacer es asumir que la inmigración es un hecho permanente que forma parte de nuestro momento histórico. Hay que tener claro que no será un fenómeno temporal. El mundo actual globalizado genera movimiento de capitales y de personas, queramos o no. Y eso hay que asumirlo.

¿Y no lo tenemos asumido?

Creo que no. No tenemos asumidos, por ejemplo, los motivos que hacen que lleguen personas de Bolivia a Ciutadella. Nos puede ayudar mucho el contacto personal con estas personas, conocer su vida y su historia. Hay que quitarles la etiqueta de inmigrantes, puesto que con esta carga es muy difícil trabajar. Llega entonces la fase de reconocimiento de estas personas como ciudadanos que se han tenido que trasladar. Evidentemente, hay que trabajar desde las políticas públicas, y adaptar las actuaciones a este contexto. Y esto no significa que hagamos las cosas para los inmigrantes. Las hacemos para adaptarnos a la realidad. Igual que adaptamos las empresas a sistemas más ecológicos, o que adecuamos un espacio a las necesidades de las personas con discapacidad.

En el reconocimiento de los inmigrantes como ciudadanos, parece que falla un proceso, puesto que estas personas no pueden ejercer aquí su derecho al voto.

Y el derecho al voto es uno de los elementos plenamente integradores. Cuando alguien vota se interesa por las instituciones, la cultura, por su entorno… En este punto, hay que preguntarse si los políticos están realmente interesados en abrir el derecho al voto a estos nuevos ciudadanos. Además, algunos creen que eso supondría perder soberanía. En resumen, hoy en día es muy difícil explicar por qué estas personas no pueden votar.

Usted dijo en otra entrevista que los políticos utilizan la inmigración como arma electoral, y que luego ya no les interesa.

Es que el tema de la inmigración no está en la agenda política, y si lo está, es solamente en aquellas cuestiones que pueden generar votos o en temas de control de fronteras. Todo lo demás es secundario para quien gobierna. Yo creo que la inmigración, que está presente en todas las esferas y de manera notable, debería ocupar un espacio básico en la acción política. No es así, y además, ahora que estamos en época de vacas flacas, empiezan a desaparecer servicios que se habían creado para atender a la inmigración y que a veces no estaban suficientemente pensados. A veces las instituciones actúan simplemente de cara a la galería.

Quizás también estas administraciones están estructuradas de manera incorrecta, puesto que quien tiene competencias en inmigración es el Gobierno central, pero quien atiende primero a estas personas son los ayuntamientos.

Pasa como en muchos ámbitos, que todo el mundo quiere hacerlo todo. Hay que aprender a ceder terreno. Pero en este tema hay que hacer una reflexión más profunda. Últimamente, el Estado ha perdido poder y capacidad de intervención. Zygmunt Bauman dice que con la inmigración, los estados se hacen fuertes, intentan recuperar ese poder perdido con el control de las fronteras y con políticas inmigratorias muy cerradas. Así intentan demostrar que siguen mandando. Habría que hacer un planteamiento mucho más realista del papel de cada administración, ahora mismo no están bien proporcionadas.

Pero hay que ser optimista.

Así es. Si quieres aprender de verdad sobre la inmigración, hay que hablar con ellos. La suya es una gran lección.

Entonces, ¿cree que es posible que esta sociedad acabe viendo a los inmigrantes como un ciudadano más, sin etiquetas?

Lo es. El hecho de que en Ciutadella se hable de inmigración ya es positivo, puesto que nos demuestra que Ciutadella está en el mundo. Los sitios en los que no hay inmigrantes están fuera de las redes globales y de la economía mundial. Si queremos vivir en este mundo, el hecho de que los inmigrantes hayan recalado en esta isla implica que Menorca ofrece oportunidades, y eso hay que aprovecharlo. Una vez que un inmigrante ha establecido un punto entre dos zonas geográficas, este puente puede aprovecharse en las dos direcciones, mediante el comercio exterior, el turismo…

FUENTE: http://www.menorca.info  LL.A.C.,  Maó  12/12/2010

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